Muchas cosas han cambiado en los últimos tiempos por culpa de la pandemia, no solo por las evidentes consecuencias sanitarias y económicas, sino también por la repercusión psicológica: desde la afición a las terrazas, el pánico a subirse a un ascensor o la incomodidad por llevar la cara descubierta. Es la otra cara de la pandemia que nos ha hecho replantearnos muchas cosas.
Por ejemplo, yo he estado pensando mucho en mis costumbres, en qué gasto el tiempo y el dinero y si realmente merecía la pena. Me he dado cuenta, supongo que, como muchos otros, que la vida es un suspiro y no merece la pena pasarse el tiempo sufriendo. Yo era de esas personas muy ahorrativa, alguien diría que un poco tacaña. No lo sé, pero sí es verdad que no me gustaba gastar por gastar. Y eso que tengo muchas aficiones, como la gastronomía.
Si pasaba por una tienda gourmet, seguro que me apetecería Comprar queso morbier, uno de mis preferidos. Pero tras admirar el género, lo segundo que hacía era mirar el precio. Y la mayoría de las veces decidía que mejor guardaba la cartera e invertía el dinero en otra cosa. ¿Y en qué? Pues no lo sé, esa es la cuestión que he pensado últimamente. Como diría aquel, al final voy a ser el más rico del cementerio. Pero cuando uno está bajo tierra, no puede disfrutar de los placeres de la vida.
Así que me he planteado empezar a vivir de otra manera. Incluso empezar a vivir. No se trata de consumir por consumir, sino de disfrutar un poco de las aficiones que uno tiene sin ponerse barreras absurdas o pensar constantemente en el ‘¿y si pasa algo’? Porque luego las cosas pasan de verdad y a lo mejor es demasiado tarde.
Así que si me encantan los quesos, ¿por qué me voy a refrenar? Lo primero que hecho ha sido ir a la misma tienda gourmet de la que hablé antes para Comprar queso morbier. Y no solo ese, también un poco Cabrales y un poco de Idiazábal. Me encantan los quesos y los voy a disfrutar mientras pueda: así es como se debería vivir, ¿no?