Lo mejor, lo natural 

Hasta ahora podía hacerme un poco el sueco a la hora de comer y mi hijo no se enteraba: un poco de chocolate por aquí, una hamburguesa por allá. Pero desde hace unas semanas él se apunta a todo lo que como: ha llegado el momento que no pensaba que llegaría tan pronto: tengo que dejar todos esos vicios que pueden contaminar al chaval. 

El otro día fui a la cocina, y como si yo fuera el flautista ese, el niño detrás porque ya se olía algo. Yo hice como que no iba conmigo la cosa y abrí el armario para coger algo de pan. “Papá, quiero pan”. Así que cada vez que como algo y está él en casa tengo que pensar por dos. Lo bueno de todo esto es que está logrando que yo coma mejor. No al revés, que sería lo lógico. Esperemos que esto dure mucho tiempo. 

Puedo poner de ejemplo lo que ha sucedido con el tema de los yogures. Desde pequeño lo acostumbramos a tomar yogures naturales porque son los yogures sanos, lo que menos azúcar llevan. Y a él le gustaron desde el principio. Hasta el punto de que alguna vez nos comentaron en la guardería que no quería los yogures de sabores. Y nosotros les dijimos si podían darle naturales… y entonces empezó a comer. 

Así es que en casa decidimos traer solo yogures naturales para agilizar la compra y tanto mi mujer como yo nos hemos acostumbrado a comer este tipo de yogures. Y es cierto que al principio pueden resultar un poco insípidos, pero es porque uno está acostumbrado al azúcar de los otros. Al final entiendes que ese es el sabor (más o menos) real de los yogures sanos, de los verdaderos yogures tradicionales. 

Y así es como el niño me está cambiando la alimentación para mejor. Es un momento decisivo porque de las costumbres que adquiera en esta fase de su vida podrá evitarse muchos vicios, algunos de los cuales tiene su sufrido padre. Ahora solo me queda cambiar un poco la manera de hablar, porque también repite todo lo que digo, incluso cuando me ‘quejo’ de las noticias o de la política. Y luego lo repite todo en el cole…