El corto 

Nunca he llevado bien lo de trabajar en equipo y he decidido estudiar cine: ¡menuda ironía! Sin duda, se trata de una de las disciplinas artísticas en las que más personas deben colaborar para que el proyecto salga adelante. Es cierto que el abaratamiento de los medios de producción permite hoy en día realizar proyectos cinematográficos con menos costes pero, aun así, siempre vas a necesitar colaboradores. 

Una de las prácticas externas que debíamos hacer en el Centro universitaria de artes en el que estoy estudiando era un cortometraje. Nada complicado: todos llevamos tiempo en este sector y tenemos cierto nivel. No es como si diez chavales se ponen a hacer un corto en el instituto sin tener idea de coger una cámara. Pero, el problema de juntar a unas cuantas personas con ‘nivel’ es que todo el mundo quiere poner su granito de arena…

Sin duda, una de las cosas que estoy aprendiendo con todo este proceso es a colaborar, algo que, como digo, siempre me ha costado bastante. Algunos dicen que soy un poco déspota, otros que me creo un director sin ni siquiera haber terminado los estudios. Puede que haya algo de cierto en todo eso. Soy consciente de ello, pero también es mi forma de ser. Pero, por otro lado, creo firmemente en que todos podemos evolucionar. Y yo estoy en ello.

El corto tenía un guión mío. Y yo quería ser un poco el que llevase la voz cantante. Es como cuando estás en grupo y escribes la letra: quieres cantarla porque tú la vas a entender mejor. Pero, al igual que en un grupo musical, en el cine todo el mundo tiene que remar en la misma dirección. Y con este corto me di cuenta de que si uno impone sus criterios sin buscar consenso, el resultado puede ser nefasto.

Lo que pasó al final con esta práctica del Centro universitaria de artes es que los demás acabaron dándome la espalda colaborando sin entusiasmo en el proyecto: fue un desastre. Un corto malo porque nadie se sentía involucrado… salvo yo. Hay que aprender a colaborar.