Hazlo tú mismo 

Nada como un reto para ponerse en marcha. El ego del ser humano es algo que en ocasiones puede deparar terribles consecuencias, y no hace falta que ponga ejemplos. Pero, por el contrario, otras veces, nos lleva a esforzarnos en una tarea, que puede ser algo decisivo para la humanidad o un simple divertimento que se convierte en adicción. 

Últimamente tanto mi marido como yo estamos muy volcados con la casa. Debido a que algunas de nuestras viejas aficiones quedaron en suspenso por el tema del virus, volvimos la vista hacia dentro, hacia la casa donde siempre hay cosas por hacer. Entonces empezó una curiosa competición entre mi marido y yo. Nos dividimos las cosas que quedaban pendientes en casa y cada uno se puso con su lista.

Al principio nos lo tomamos como un pasatiempo ya que, además de trabajar, no había mucho más que hacer. Pero cuando empezamos a ver los resultados de algunas de nuestras obras, empezamos a coger afición y se transformó en algo más que un pasatiempo para soportar el confinamiento. Y luego empezó la competencia, sobre todo cuando un día decidimos hacer una cortina con ojales, una para cada habitación. Como eran dos, hicimos una cada uno. Y empezamos a mirarnos de reojo para ver cómo iba el trabajo.

Yo siempre he sido bastante apañada como se suele decir, pero debo admitir que mi marido ha aprendido rápido. Cuando lo conocí no sabía ni coser un botón. Pero es la típica persona que aprende rápido y a la que no le gusta que le digan cómo hacer las cosas. Así que si ve que tiene necesidad de hacer algo pone todos los sentidos en ello.

Para hacer una cortina con ojales se necesita un poco de pericia, así que vimos unos cuantos videos antes de ponernos manos a la obra. Y cuando yo tenía más o menos terminado el trabajo, mi marido me llamó: ya la había colocado y todo. Y, además, le había quedado estupenda. Al final, le pedí que me ayudara a terminar la mía. No hay duda: hacemos buena pareja.